Saturday, July 29, 2006

Vistaclara

Hace muchos, muchísimos años, en un lejano valle perdido entre altas montañas, existía un diminuto reino llamado Vistaclara. Era tan y tan pequeño, que tan solo tenía una ciudad. Y esa ciudad, por supuesto, se llamaba también Vistaclara.

Pese a su ínfimo tamaño, el reino de Vistaclara era conocido en todo el continente, pues sus habitantes tenían un don sin par: sus ojos estaban dotados de la mágica cualidad de ver todo aquello que desearan. No había obstáculos ni distancias insalvables para la visión de los habitantes de Vistaclara. Y así, eran reclamados sus servicios por reyes y poderosos para hacer uso de su don y aumentar su riqueza y poder. Todos los habitantes de Vistaclara estaban orgullosos de su don y gracias a él vivían entre la abundancia de forma feliz y acomodada.

Bueno, tal vez nos hemos precipitado al decir todos. Había uno entre ellos, un joven, que por un terrible accidente en su nacimiento había perdido un ojo y con él, el don de Vistaclara. Nadie recordaba ya su nombre, pues todo el mundo le llamaba Tuerto.

Tuerto vivía en la antigua cantera abandonada, la que antes de aparecer el don había dado a aquellas tierras el nombre de Buenapiedra, por la calidad del material que de ella se extraía. Los habitantes de Vistaclara se mofaban de Tuerto y lo trataban con desprecio, permitiéndole vivir en la vieja cantera pues era el lugar más lejano a la ciudad que habían podido encontrar. Y se sentían sabios y misericordiosos permitiéndole alimentarse de las sobras de sus mesas. Y se sabían buenos y magnánimos permitiéndole vestirse con los retazos que sobraban de sus trajes. Y se consideraban generosos y piadosos al permitir a Tuerto vivir entre ellos.

Pero llegó el día en que una terrible epidemia asoló el reino. Uno tras otro, los habitantes de Vistaclara se fueron quedando ciegos. Ni los mejores médicos del continente entero supieron hallar un remedio. Y así, con la visión, también perdieron el don que había dado nombre a su reino.

El consejo de sabios se reunió, deliberó, discutió y comunicó su decisión a los habitantes de Vistaclara. Entonces, llamaron a Tuerto para que acudiera ante ellos y le dijeron: “Hermano Tuerto, tú, nuestro más querido hijo, en ti recae ahora nuestra confianza. Te hemos alimentado, te hemos vestido, te hemos alojado. ¿Nos abandonarás ahora que hemos perdido nuestro don? Guíanos hasta la cantera para que podamos reunir piedras y venderlas para que no muramos de hambre en el invierno que se acerca.”

Y Tuerto, compadecido del sufrimiento de sus compatriotas, les asió las manos uno a uno y los guió hacia la cantera, deteniéndose a limpiar el camino para que sus pies no tropezaran, apartando de su paso las ramas para que no les hirieran y confortándoles con palabras amables para que su andar fuera más liviano.

Y cuando ya todos los habitantes de Vistaclara estaban en la cantera, el consejo de sabios se reunió, deliberó, discutió y comunicó su decisión a los habitantes de Vistaclara. Entonces, llamaron a Tuerto para que acudiera ante ellos y le dijeron: “Hermano Tuerto, tú, nuestro más querido hijo, en ti recae ahora nuestra confianza. Te hemos alimentado, te hemos vestido, te hemos alojado. ¿Nos abandonarás ahora que hemos perdido nuestro don? Recoge para nosotros piedras que podamos transportar en nuestras manos para que podamos llevarlas de vuelta y venderlas y así no muramos de hambre en el invierno que se acerca.”

Y Tuerto, alegre de por fin ser útil a sus compatriotas, recogió mil y aún más piedras, escogiendo sólo las mejores, que no fueran demasiado livianas, para que no perdieran valor en el mercado ni demasiado pesadas para que no dañaran las suaves manos de los habitantes de Vistaclara. Y las puso en sus manos para que en un solo viaje de vuelta pudieran llevarlas todas al mercado.

Y cuando ya todos los habitantes de Vistaclara tenían las manos llenas de piedras, el consejo de sabios se reunió, deliberó, discutió y comunicó su decisión a los habitantes de Vistaclara. Entonces, llamaron a Tuerto para que acudiera ante ellos y le dijeron: “Hermano Tuerto, tú, nuestro más querido hijo, en ti recae ahora nuestra confianza. Te hemos alimentado, te hemos vestido, te hemos alojado. ¿Nos abandonarás ahora que hemos perdido nuestro don? Recoge aquel traje de bufón, el de los mil cascabeles, que yace abandonado en el palacio y póntelo para que por el oído nos puedas guiar de vuelta al mercado, pues con las manos llenas de piedras no podremos asir tus fuertes brazos para que nos orientes.”

Y Tuerto, exultante de felicidad por servir a quienes amaba corrió a buscar el traje de los mil cascabeles. Y mientras tanto el consejo de sabios se reunió, deliberó, discutió y comunicó su decisión a los habitantes de Vistaclara.

Tuerto llegó a la cantera entre el alegre tintineo de mil cascabeles. Todos los ciudadanos de Vistaclara lo esperaban allí, sus manos cargadas de piedras y su corazón de esperanza por la decisión del consejo. Y cuando oyeron a Tuerto, empezaron a lanzarle las piedras que para ellos había recogido, guiándose por el sonido de sus cascabeles. No hubo hombre, mujer, niño ni anciano que no diera, al menos una vez, a Tuerto, que murió apedreado.

Y el consejo de sabios se reunió, deliberó, discutió y comunicó su decisión a los habitantes de Vistaclara: “Hermanos, tal vez ahora pasemos hambre, pero por fin podemos ser un pueblo unido, pues hemos eliminado a aquel que en su diferencia, ofendía nuestra igualdad.”

Y es que, ya se sabe, en el país de los ciegos, el tuerto es lapidado.

Para Siempre


En silencio, mientras trabajáis,

Os miro, os observo...

Veintisiete cabezas inclinadas

Sumidas en el esfuerzo.

Pero no es eso lo que veo.

En mi mente se agolpan

Por sorpresa, en silencio

Veintisiete mil vivencias

Ciento veintisiete mil recuerdos.

Aquel abrazo inesperado,

Aquella sonrisa en la mirada,

Aquel guiño compartido,

Aquella lágrima que me partía el alma...

Una clase llena de vida,

De melones, pecosas y futboleros,

De duendes brujas y mafias,

De gacelas, dorys y folloneros.

En resumen, en definitiva,

Una clase llena de bichos

Que han henchido de alegría

El corazón de un maestro...

Han sido dos cursos

Y ojalá fueran doscientos

Porque hoy sigo necesitando

Tener el corazón entero

Y el 22 de junio me arrancan

Sin anestesia ni miramiento

Veintisiete pedazos de alma

Veintisiete trozos de cielo.

Sé que no os vais del todo,

Sé que en verdad no os pierdo

Pero una vez más, necesito decíroslo:

Os quiero


A mis bichos de los cursos 2004-2005 y 2005-2006

¿Qué es la navidad?


- Papá, dime, ¿qué es la navidad?


- Navidad, cielo, es amar

desde lo más hondo del corazón

sin miedo, sin tregua, sin condición...

- Pero, papá, tú siempre me has dicho

que ésa es la forma de querer.

Entonces...

¿Qué es la navidad?


- Navidad, cielo, es pensar

en todos aquellos que hoy sufren

e intentar

que sus vidas sean pronto más dulces...

- Pero, papá, tú siempre me has dicho

que así hay que vivir.

Entonces...

¿Qué es la navidad?


- Navidad, cielo, es dar

sin esperar compensación

con toda el alma, con todo tu amor...

- Pero, papá, tú siempre me has dicho

que sólo eso es compartir.

Entonces...

¿Qué es la navidad?


- Navidad, cielo, es soñar

con un mundo más justo, más humano

en que guerra y violencia sean parte del pasado...

- Pero, papá, tú siempre me has dicho

que por eso hay que luchar.

Entonces...

¿Qué es la navidad?


- Navidad, cielo, es celebrar

la unión y amor de una familia

su contacto, su cariño, su alegría...

- Pero, papá, tú siempre me has dicho

que así tengo que sentir.

Entonces...

¡Ya lo entiendo, papá!

¡Todo el año es navidad!


- Sí, cielo, es verdad,

todo el año debería ser navidad

Hoy he soñado contigo


¿Sabes?

Hoy he tenido un sueño.

Era un sueño simple, sencillo,

Y en su sencillez, tan bello...

Hoy he soñado contigo.


Eras mayor, habías crecido;

Seguías tu propio sendero

Y el camino que habías escogido

No era el que para ti anhelo


No eras la pianista de ensueño

Ni la amazona de oro olímpico

Ni nadabas en dinero

No eras la esposa de un hombre rico

Ni tenías a tus pies todo su imperio


Pero... ¿sabes?


Asía tu mano la de un niño

Y había en tus ojos amor materno

Y una sonrisa en tu compañero

Y dos habitaciones en todo el piso

Y un comedor pequeño, muy pequeño...

Y sin tener nada de todo aquello

Que un padre quiere para su hijo

Eras feliz como solo puedes serlo

Cuando quieres y te sientes querido


¿Sabes?

Hoy no he tenido un sueño.

Hoy he sido bendecido

Con una visión del Cielo...

Hoy he soñado contigo.

La poesía del lobo

Hola a todo el que lea este blog...

Soy una parte del alma de un lobo que vagabundea por éste y otros mundos. En ocasiones, tomo el control de su espíritu, de su mente, de sus manos y hasta de su corazón, para volcar en textos la desazón de su ser. Soy la poesía del lobo.

Nace hoy este blog con la (nada) sana intención de ejercer como repositorio de algunos de mis textos y poemas. No espereis actualizaciones frecuentes, regulares o coherentes. Si escribo algo, y me acuerdo, aquí vendrá colgado. Si no, pues no. De momento, y para aprovechar el día, hoy intentaré colgar algunos textos que ya tengo escritos y guardaditos en el ordenador de casa. Pero a partir de ahí, no sé cuando ni como iré ampliando esto. ¿Quién sabe? a lo mejor no vuelvo a pasar por aquí, como suele ocurrirme con mis blogs; los inicio con ganas y entusiasmo, y luego se apagan ambos y con ellos el blog...