Friday, June 22, 2012

Nunca dejéis de soñar

Un día, hace ya mucho tiempo
me atreví sin miedo a soñar
y creí que nunca jamás
sería realidad mi sueño

Una vez, cuando era pequeño
deseé que en mi corazón
cupiera tanto y tanto amor
que llegara hasta el mismo cielo

Pero la vida me arrancó
De uno en uno aquellos sueños
y el mundo se volvió invierno
y sentí el frío en mi interior

Y entre tanta desolación
abatido por la tristeza
llegó una nueva primavera
y mi alma resucitó

Alcé la vista esperanzado
y con lágrimas en los ojos
sentir nacer poco a poco
una sonrisa en mis labios

Y es que ahí estabais vosotros,
ahí estaban vuestras miradas
veintisiete sonrisas gratas
que pronto fueron veintiocho

Me habéis llenado de cariño
Me habéis sabido emocionar
Y al acercarse el final
Solo esto quiero deciros

Nunca dejéis de soñar
que nunca os roben vuestros sueños
y el mundo será todo vuestro
y nadie os podrá parar

Y este sencillo maestro
que jamás os olvidará
solo quiere para acabar
decir una vez más: Os quiero

A mis bichos de los cursos 2010-2011 y 2011-2012

Friday, January 20, 2012

Canción de Navidad


En el silencio de la noche estrellada
Sin que nadie se lo pueda explicar
Suena una música tenue, lejana
Y una voz parece cantar.
Es una canción suave, aterciopelada
Que llena el aire sin hacerse notar
Y entre sus notas imaginadas
Trae un mensaje de amor y paz
Es la propia noche la que canta
Y el viento pone voz a ese cantar
Y se unen al canto todas las almas
Y rebosa el corazón de felicidad;
Una sonrisa llena tu mirada.
Un deseo se hace realidad.
Esta noche las estrellas cantan;
Esta noche… es Navidad

Friday, July 08, 2011

Jugando a la brisca con las cartas de un tarot

En ocasiones la vida
sin aparente razón
hace que pierdas de vista
lo que se halla en tu interior.

Algunas veces la prisa
nos empuja al descontrol
y no vemos la salida
de ninguna situación.

La tristeza te domina;
ya no sientes el calor;
la esperanza está perdida;
solo existe desazón.

Y llega entonces un día
en que por fin sale el sol
y se cierran las heridas
y superas el dolor.

Sientes de pronto la brisa
que aligera el corazón
y una nueva melodía
se funde con tu canción.

Y así, con una sonrisa,
te sale al paso el amor
mientras juegas a la brisca
con las cartas de un tarot.

Thursday, June 03, 2010

Sonará el último timbre


Sonará el último timbre.

Hoy no borraré la pizarra.
Querré dejarla de recuerdo
Y se perderá mi mirada
Entre libretas y cuadernos.

Apagaré la luz al irme

Y con la puerta ya cerrada
Dejaré escapar un suspiro.
Otro curso que se acaba,
Otros dos años, otro ciclo.

Cuando pretenda despedirme

Sentiré como me arrancan
Con cada adiós, con cada beso
Un pedacito de ese alma
Que habita en cuerpo de maestro.

Me preguntaré con voz triste

Si queda algo de corazón,
Si os lleváis toda la esperanza
De este viejo lobo gruñón
Que tanto os echará en falta.

¿Quedará algo a lo que asirme?

Y pensaré en cada sonrisa
En cada gesto, en cada cara,
En cada abrazo, en cada día
Que me hicisteis sentir en casa.

Y volveré a sentirme firme.

Al cruzarse nuestras miradas
Se descubre nuestro secreto:
Si yo os di un trozo de alma,
Cada uno me disteis cientos

Sonará el último timbre.
Apagaré la luz al irme
Cuando pretenda despedirme
Me preguntaré, con voz triste
¿Quedará algo a lo que asirme?
Y volveré a sentirme firme.

Pues no pierdo un trozo de alma
Ni me arrancan el corazón
Sino que ahora me acompaña
Vuestro cariño, vuestro calor.



A mis bichos de los cursos 2008-2009 y 2009-2010

Sunday, December 13, 2009

Misterio de diciembre

¿Qué es este extraño misterio
que me hace sonreír sin parar?
¿Por qué siento el corazón ligero
y me llena la felicidad?
¿Quién provoca este sentimiento
de calma, de amor, de paz?
¿Dónde está la causa de todo esto
y hasta cuándo durará?

Me aturde, me noto inquieto
pero lleno de generosidad
y aunque no sé el secreto
de este enigma singular,
veo en tus ojos el reflejo
de la misma alegría y bondad.

En tu sonrisa he descubierto
la causa de mi bienestar:
No existe ningún misterio...
No hay ningún enigma singular.
Es tan solo que de nuevo
sentimos juntos la Navidad.

Wednesday, June 11, 2008

Camino de maestro

¿Sabéis?
Hace ya años que tengo manchados
de tiza los dedos...
y el corazón.
En ocasiones me vence el cansancio
y miro hacia el cielo
con dolor.
Pienso en buscar nuevos campos,
en cambiar de viento,
de profesión.
Y es justo entonces, cuando estoy más cansado,
cuando parece que no puedo
y que diré adiós,
es justo entonces cuando escucho a mi lado,
con tono suave y sincero
una dulce voz:
"¿Qué tema haremos hoy, Pablo?"
"¿Fracciones? ¿Felipe tercero?"
"¿o la digestión?"
Y cuando sorprendido la vista levanto
y con la mirada me enfrento
a la interrogación
Me encuentro con que al otro lado
de mi escritorio repleto
hay otro corazón.
Se llama Xavi o Nessie o Berta o Carlos
o tal vez Kami, Ojitos, Paula o Nacho
Puede ser Jordi, Marc, David o Alberto
Puede ser Paulo, Andrea, Bruno o Edu
Quizás la Roja, la Mixeta, un Mico o un Ratón
O Gisela
O Marina
O María...
o qué se yo...
Pero es justo entonces, al miraros
cuando por fín recuerdo
mi vocación
Y es justo entonces, al escucharos
cuando por fin despierto
de mi aflicción
Y me doy cuenta al contemplaros
Que gracias a ese cariño vuestro
que gracias a vuestro corazón
Sigo cada dia enseñando
Sigo cada día aprendiendo
y que el camino de un maestro
nace del corazón

A mi bichos de los cursos 2006-2007 y 2007-2008

Monday, January 28, 2008

Tren 1110-69 con destino...

Subí al tren una fresca mañana de sábado. La luna nueva acompañaba aquel nuevo viaje, pues el sol apenas asomaba tímidamente por el horizonte. Comprobé mi billete. Efectivamente, era el tren 1110-69. Todavía hoy no sé qué me impulsó a subir, ya que no sabía siquiera el destino al que me conducía. Pero un impulso es un impulso y a veces hay que hacerle caso. Así que entré, busqué un departamento que no estuviera muy concurrido y me senté. Saludé al entrar a una pareja, algo mayor que yo, que parecía muy agradable. Y así inicié mi viaje.

A medida que se sucedían las estaciones fueron subiendo y bajando viajeros al vagón. Algunos se instalaban en el departamento durante un tramo del recorrido, para bajar después. Me resulta curioso comprobar que la mayoría comentaban que se bajaban del tren para hacer transbordo, ya que se dirigían a otro destino, pero en aquel momento no le di importancia. Otros, sencillamente, cambiaban de departamento, buscando quizás otro más espacioso o menos atestado. Y unos pocos sencillamente se bajaban del tren, pues había llegado su estación de destino. En cierta manera era un motivo de tristeza para mí, pues eso significaba que nuestros caminos ya no volverían a cruzarse, aunque nunca se sabe...

Recuerdo muy bien mi impaciencia al principio del viaje. Tenía ganas de llegar a mi destino, de ver cual era la estación en la que tenía que bajarme. ¡Y eso sin saber exactamente cual era! Pero notaba que cuando llegara esa estación lo notaría, lo sentiría en los huesos. O quizá pasara el revisor a avisarme que ahí era donde debía bajar. Quien sabe, era una especie de intuición, de esas que nos dicen que tenemos a veces. Para calmar mi impaciencia, decidí acudir a tomar algo al vagón restaurante.

El restaurante del tren era francamente grande. Pero pese a su enormidad parecía tener todas las mesas ocupadas. Tras unos instantes de observación descubrí que allí la gente compartía la mesa pese a no conocerse de nada. Claro, la necesidad aprieta y a la fuerza ahorcan. Así que busqué un sitio libre y me acomodé como pude. Pronto trabé conversación con mis compañeros de mesa. Como en todo buen vagón de tren, la gente entraba y salía continuamente, se sentaban, cambiaban de mesa, charlaban con unos y con otros... Y así pude entablar una animada charla en la que los contertulios iban cambiado con rapidez. Unos se quedaban más rato y otros partían en seguida. Allí, en aquella mesa, conocí a la joven que adoraba las películas de Sylvester Stallone y que me pareció un tanto casquivana. Cambiaba de mesa con tal rapidez que apenas daba tiempo de saber quien era realmente. Y a un hombre, apenas un par de años mayor que yo, de espíritu aventurero y que resultó ser piloto de helicóptero. Al final resultó que estaba en el departamento vecino al mío, de lo que nos reímos ambos. Recuerdo también a dos chicas, maestras ambas, que pasaron de forma consecutiva por mi mesa. Rubia la una y morena la otra. Timidez y Atrevimiento, se podrían haber llamado. O quizás Espíritu y Carne. Ambas charlaron un rato conmigo para después bajarse del tren y hacer transbordo hacia otro destino. En algunos momentos, la mesa estaba absolutamente repleta. Recuerdo la reunión simultánea de un trío de informáticos, un geólogo, un ingeniero en telecomunicaciones, un ingeniero telemático enamorado de la historia militar, un profesor de dibujo técnico y un jovencísimo chico, sin arte ni beneficio, por el que sentí al instante un afecto muy especial. En fin, que la gente subía y bajaba del tren, entraba en uno u otro departamento, pero al fin y al cabo, todo el mundo acababa pasando por el vagón-restaurante.

Evidentemente, no me pasé el resto del viaje en aquel bar en movimiento. Pero como el viaje se alargaba y no parecía tocar a su fin, lo visité en varias ocasiones. Me pareció curioso comprobar que cuanto mejor me caía una persona de las que conocía en el vagón-restaurante, más cerca se encontraba su departamento del mío. Con una en concreto, aquella chica de mirada triste y alma insondable, me encontré compartiendo departamento. Pronto subió al tren una niña que se unió a nosotros, y descubrí que la pareja que estaba sentada conmigo al principio había cambiado de departamento sin que apenas me diese yo cuenta.

Pero recuerdo especialmente una de las conversaciones que tuve en el bar. Era una mujer, con una sonrisa que iluminaba su cara y un fondo de dolor en su mirada. Descubrí que estaba muy a gusto con ella, pese a que parecía tremendamente impaciente por llegar a su destino. Y fue entonces cuando me di cuenta. En todo el trayecto, apenas me había molestado en mirar por la ventana. Lo hice por primera vez. Pese a la velocidad a la que se movía el tren, lo que veía era impresionante. Tan obsesionado estaba con llegar a mi destino, al igual que ella, que me estaba perdiendo lo más importante del viaje: disfrutar de él.

En el momento de escribir estas líneas, no sé a dónde me conduce este tren. No sé si el recorrido será aún largo o corto. No sé cuantas paradas haremos, quien subirá o bajará, quien estará en mi departamento, en el de al lado o dos vagones más allá. Pero sí he aprendido una cosa. Mientras dure el viaje, descorreré las cortinas, contemplaré el paisaje cambiante y disfrutaré del viaje como quizás nunca había hecho. Y cuando llegue a mi destino y me apee del tren, me daré la vuelta y miraré el nombre de la locomotora y paladearé el sonido de esas cuatro letras: "Vida". Entonces, con paso firme y decidido, me pondré frente al letrero de la estación de destino a la que todos acabamos llegando y leeré con voz firme "Muerte". Y ¿quién sabe? quizás allí encuentre un nuevo tren, o sencillamente me pierda entre las nieblas de esa región. Pero desde luego, nadie podrá decir que no habré vivido plenamente mi viaje.